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  • Foto del escritorPilar Paredes

El "geniocidio" en España.

Actualizado: 25 oct 2020

No quiero empezar un articulo criticando a mi país, pues supongo que no sólo en España se produce la llamada fuga de cerebros. Estoy segura que muchos otros países se quejan de lo mismo.


Y es que hay muchos jóvenes y no tan jóvenes que para poder estudiar, desarrollar su capacidad o potenciar su carrera han tenido que emigrar a Estados Unidos pero también a otros lugares de Europa como Alemania o Gran Bretaña, donde encontraron oportunidades laborales y educativas mejores que las que tenían en España y con mejores perspectivas económicas.

La mayoría de las persona inteligentes y válidas que conozco piden a gritos un reconocimiento por su trabajo, pues el talento se percibe desarrollándolo en una actividad concreta.


Hay jóvenes que tienen la oportunidad de ir a buenas escuelas de pago gracias al esfuerzo de sus padres y muchos de ellos acaban desarrollando sus carreras más allá del Atlántico.

Pero también hay personas con origen humilde que encuentran la oportunidad para desarrollar su potencial y demostrar su valía gracias a su tesón.

Y no todos ellos son famosos ni consiguen hacerse ricos, pero encuentran satisfacción en su profesión al sentirse valorados por sus jefes, compañeros y/o clientes.

Me acuerdo de una profesora de español que vivió cierto tiempo en Estados Unidos, pero que regresó a España porque echaba de menos su patria, su familia y sobre todo el espíritu amigable de la vida en el Mediterráneo. En una ocasión que debatimos sobre los sueldos y los contratos laborales me dijo que nunca se había sentido tan valorada como en su época en Washington, cuando impartía clases de español en un instituto americano. Decía sentirse respetada y valorada por su comunidad y que la gente admiraba su cultura y su educación.


Cuando regresó a nuestro país fue difícil para ella porque apenas contaba con el salario mínimo y un contrato precario, y aun así obtenía la motivación diaria con el progreso y la mejora de sus alumnos extranjeros.


¡Qué triste! ¿verdad? Sin embargo, ella no volvería a USA y es muy feliz con la vida en su querida Valencia.

Conozco estupendos profesionales que han sufrido el desprecio y la impasibilidad de sus jefes y compañeros de trabajo aún cuando desempeñaban una estupenda labor.


Algunos de ellos se conforman con la autosatisfacción que dan los éxitos en la vida personal: el cariño de tus hijos, la admiración de tu cónyuge o el agradecimiento de un cliente.


Gracias que estamos inmersos en una corriente de pensamiento motivador, de "coaching" y fórmulas positivas que nos ayudan a mejorar nuestro interior para que las injusticias o los rechazos no nos afecten.


¿No sería mucho más sencillo aprender a valorar al prójimo y demostrarlo de vez en cuando?


¿No conseguiríamos más con un “buen trabajo” de nuestro jefe que con un video de autoayuda en Youtube?

Estaréis de acuerdo conmigo que todos trabajamos muchísimo nuestro autoestima y que sí, lo digo de una vez, cada vez somos más fuertes y aguantamos mejor la incertidumbre del paro o los bajos salarios.

Pero ¿por qué no somos capaces de reconocer y valorar el talento?


¿Acaso es verdad que somos un país infectado por la envidia y como tal no dejamos crecer a nadie que sea más o menos inteligente, más o menos trabajador?

Estoy cansada de tanta excusa. Pero me da miedo afirmar que el problema es la falta de talento. ¿De verdad? Me niego a creerlo.

Una vez estuve en una convención de Startups y escuché asombrada un debate sobre atraer talento extranjero a España y no me podía creer lo que estaba oyendo: ¿Qué pasa, es que aquí no lo hay? ¿De verdad que preferís pagar sueldos millonarios en vez de formar a españoles entusiastas que se involucren con vuestro proyecto? ¿O es que el talento es una línea escrita en un curriculum?

No quiero entrar en el debate de qué es talento o qué no lo es. Ni sé con seguridad si alguien que lo posea es capaz de reconocerlo.


Dice Xavier Marcet que el talento atrae el talento y la mediocridad atrae la mediocridad.

Estoy básicamente de acuerdo con él, pero también sucede que el instinto atrae al talento.

Yo pienso que:


De la admiración nace el talento y la admiración reconoce el talento.


No hay que ser un genio para atraer a un genio, ni tampoco hay que ser muy inteligente para estar rodeado de gente inteligente.


A veces es cuestión de admirar o saber atraer a gente talentosa creando un ambiente agradable y respetuoso.


Con talento se nace, eso dicen, pero eso es patente cuando eres Mozart o Einstein, pero a veces hablamos de talento de una forma demasiado idealizada.

En una empresa hay diferentes perfiles profesionales, hay personas que hacen bien una cosa y no otra. Algunos son buenos para comunicar, otros para programar y otros para planificar.

Algunos fueron buenos en algo, pero se aburrieron y desmotivaron, no tuvieron la oportunidad de cambiar y se frustraron.


Dejaron pasar los años y acabaron contando los días que les quedaba para la jubilación sin aportar nada más que la rutinaria presencia del paso de la vida en el registro horario.

No fueron víctimas de la estadística migratoria, sino del Geniocidio profesional.

El Geniocidio es la muerte intelectual de la fe en uno mismo, el final de la creencia en que no solo estás desarrollando todo tu potencial, sino que formas parte de un proyecto ilusionante con unos compañeros afectuosos y que juntos vais a lograr que la empresa mejore su productividad y sea rentable.

Pero un deceso violento lo provoca una causa y en este caso, para que se produzca el asesinato del genio, debe existir un "geniocida".

Un "geniocidia" (asesino de genios) puede ser cualquiera. No sólo el jefe mediocre que no sabe valorar el talento o discernir la inteligencia. Puede ser un mal compañero, un cliente asustado o un proveedor malhumorado.


No se trata de la ceguera de la envidia que impide que los demás crezcan porque pensamos que nos van a hacer sombra. Estoy cansada de echarle la culpa a los defectos humanos. No son mas que excusas también.

Creo que para provocar la muerte del genio, de la ilusión, de la fe en el futuro sólo hay que dejar de creer.

Y eso sí es la auténtica muerte. El que se considere a sí mismo una persona inteligente, un talento o incluso un genio, debe empezar a creer. En uno mismo, en los demás, en la posibilidad, en la vida, en la esperanza, eso da igual.

Debe dejarse llevar por su propio instinto y pasar a la acción, si tu ambición te lleva fuera de tus fronteras, adelante, si en tu trabajo tus compañeros o tu jefe no te reconocen, ¿Qué importa? Ya lo harán.


No quiero terminar este artículo con una receta barata de automotivación o coaching, no soy una experta, solo analizo la realidad desde la perspectiva que me da el cerebro y mi experiencia.

Pienso que es muy triste que España se considere un país geniocida como otros tantos, pero afirmo con seguridad que la responsabilidad es también de aquellos que nos quejamos.

No es fácil cambiar la forma de pensar de la gente y la cultura de una empresa, incluso no se trata solo de cambiarla, a veces hay que crearla de la nada.

Pero tampoco es imposible.


Demostremos lo auténtico que decimos que tenemos, empezando por nosotros mismos.

Para crear empresas fuertes y prósperas que valoren a sus trabajadores y fomenten el talento y la creatividad, debemos empezar a hacerlo desde nuestro propio sitio.

Si tu compañero ha hecho un buen trabajo, díselo, felicítalo, puede ser que en ese momento pase un pez gordo por tu lado y se contagie de tu espíritu.


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