Una historia basada en hechos reales.
Dicen que pueden pasar cosas increÃbles en un taxi; aunque yo no he tenido aún esa experiencia, sà quiero contaros la historia de mi amiga Sonia, cuya vida cambió gracias precisamente a un taxi.
En las pelÃculas hemos visto fugas en taxi, partos en taxi, taxistas locos...
Mi amiga Sonia encontró el trabajo de su vida gracias a un taxi.
Su novio y ella habÃan puesto fin a una relación de quince años. Es curioso que después de soportar los peores momentos junto a alguien a quien que amas, la relación se rompa cuando todo empieza a ir bien.
Sonia y su pareja se conocieron durante la infancia y desde entonces, jamás se separaron. Se enamoraron en la Universidad.
Los que los conocÃamos asegurábamos que estaban hechos el uno para el otro y eran la pareja perfecta. Nos sentÃamos orgullosos de compartir nuestra vida con dos personas tan compenetradas.
Pero cuando finalizaron la carrera, comenzaron los problemas. El novio de Sonia se fue a vivir con ella a la capital, ya que en su pequeña ciudad natal las oportunidades eran más bien escasas.
Mientras él mandaba currÃculo sin cesar, Sonia se quedaba en casa preparando oposiciones. Era una estudiante buena y aplicada, con muchas probabilidades de aprobar a la primera.
Sin embargo, después de presentarse un par de veces sin éxito su carácter se agrió y empezó a desilusionarse. Su novio la consolaba e intentaba alegrarla siempre con detalles dulces y apoyo moral; a él también le estaba costando encontrar trabajo.
Un año después de que se establecieran en la capital, el triunfo se presentó con una estupenda oportunidad laboral para Toni ( el novio) y la alegrÃa se desbordó en aquella casa con una fiesta inolvidable a la que acudimos todos los amigos.
Sin embargo Sonia no era feliz. Me llevó al cuarto de baño para decirme que su relación habÃa acabado esa mañana y no habÃan cancelado la fiesta porque deseaban compartir la felicidad de Toni con los amigos.
Me di cuenta de que estaba un tanto deprimida e intenté animarla lo más posible: le dije que dejase lo de las oposiciones y se pusiese a buscar cualquier trabajo, que era importante relacionarse con otras personas y cambiar de ambiente.
Hice lo que pude en aquel momento para motivarla; a las dos de la mañana bajé a la calle y cogà un taxi.
Estaba tan triste que me desahogué con el taxista.
Este me escuchó muy atento y aunque, naturalmente, no nos conocÃa ni mi amiga ni a mÃ, se conmovió con mis preocupaciones. Sonia era lista, la mejor de su promoción, habÃa elegido estudiar una carrera muy difÃcil: la ilusión de su vida era ser juez, pero veÃa cada vez más complicado alcanzar su meta.
Por añadidura, su empeño y entrega la habÃan aislado del mundo sumergiéndola en una depresión que acabó afectando a su vida sentimental, arrasando todos sus planes de pareja.
Cuando llegué a casa me arrepentà un poco de desahogarme asà con un desconocido, por lo que me prometà a mà misma no volver a mezclar bebidas.
Con la rutina del trabajo y las distancias en la capital, Sonia y yo estuvimos sin vernos bastante tiempo y ya empezaba a preocuparme cuando recibà su llamada:
-Oye, ¿tú le has hablado de mà a algún abogado?- me espetó antes de poder saludarla.
-No, ¿por qué lo dices?
-Pues porque me ha llamado el dueño del bufete de abogados más importante del paÃs.
-Eso es fantástico, pero ¿por qué crees que tengo algo que ver?- RespondÃ.
-Bueno, te dejó que me voy a comprar un traje para la entrevista. -y colgó.
Unas semanas más tarde compusimos la historia:
Cuando el taxi me dejó fue requerido para una recogida en el aeropuerto; dos hombres muy bien vestidos y con aspecto de ser importantes entraron en el taxi hablando por teléfono y discutiendo entre ellos.
El taxista no pudo evitar intervenir en el asunto.
Él conocÃa la persona apropiada para el perfil que estaban seleccionando, la mejor de su promoción, una chica inteligente que podrÃa ser la sustituta idónea para el incompetente que tanto dinero les habÃa hecho perder.
Los dos hombres se sorprendieron de su intervención, pero sintieron cierta curiosidad, pues no es extraño que la gente intercambie confidencias en un taxi, amparados en el anonimato de la situación.
El taxista no sabÃa el apellido de Sonia pero ofreció datos suficientes para que pudieran localizarla. Y asà fue.
Ya no veo tanto a mi amiga porque está muy volcada a su trabajo; me dice que coge muchos taxis, también yo.
Ambas estamos buscando al taxista para darle las gracias pero aún no lo hemos encontrado.
Esta es una ciudad muy grande.