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  • Foto del escritorPilar Paredes

La usurpadora

Actualizado: 25 oct 2020

Una historia basada en hechos reales.


Nadie sabía por qué había venido. Pero se presentó en el trabajo de repente y dijo que venía a recibir formación.


Ante la disimulada sorpresa del encargado, los trabajadores más veteranos intercambiaron miradas. Pronto en los pasillos comenzaron las especulaciones y los rumores.

Algunos de nosotros ya intuíamos que algo raro estaba pasando, ya que había habido cambios de personal en otras sucursales. Aunque los nuevos dueños lo intentaran, no podían evitar que los empleados trasmitiesen las noticias de un lugar a otro; después de tantos años de contacto telefónico, la voz del compañero que trabajaba a 400 km era ya la de un amigo.

Así pues surgieron las preguntas y temores: ¿A quién van a echar esta vez?

Nadie lo entendía.

Después de un año de inestabilidad, la plantilla actual se había asentado, la productividad estaba en aumento y era imposible que nos hicieran esto otra vez, ahora que el equipo estaba consolidado.

Vimos al encargado irse con la “usurpadora” a hacer la visita de rigor, cómo le explicaba el funcionamiento general del negocio y se paraba en cada término para ir presentándole a los empleados.


El encargado sonreía con amabilidad, pero los que le observábamos desde las oficinas, sabíamos que no era ésa su expresión natural; tenía el miedo reflejado en su rostro y ya comenzaba a contagiarnos la enfermedad.


Mi vecina de mesa y yo aprovechamos un despiste para irnos al baño a cotillear. El de pagos hizo lo propio.

Acabamos por juntarnos en la puerta de los aseos unas cinco o seis personas de diferentes departamentos para intercambiar teorías. La de la limpieza fue la primera en ser escuchada, había oído toda la conversación inicial en la puerta.

Tenía derecho a que creyésemos su versión porque era de primera mano. Según ella, la "usurpadora" había dicho que fue enviada a hacer formación con el encargado porque estaba destinada al extranjero y aunque no tenían muy clara su misión, los nuevos dueños querían aprovechar para invertir en su talento.

Nos reímos todos por lo del talento, pero quizá eso resultó ser creación propia de la señora de la limpieza, que era la trabajadora más leal de la empresa y reaccionaba mal ante las novedades.


Apenas tuvimos tiempo para seguir con las indagaciones y aquel día fue uno de los más extraños que todos recordamos, pues al terminar la jornada nadie se quería ir a casa sin saber qué estaba ocurriendo.


Pero nada más podía hacerse, de modo que mi vecina de mesa y yo, que compartíamos coche, nos fuimos al parking. Al bajar por la sombría escalera oímos la conversación.


La “usurpadora” estaba sentada en lo que supusimos era su vehículo, y se reía por el móvil.

Confieso que nos escondimos para oírla.


Cuando pudimos escabullirnos sin ser vistos, mi vecina de escritorio y yo lo comentamos en el coche:


-“Es todo mentira, ni formación ni nada, ésta viene a por el encargado.”


-“Eso parece, que estúpidos son, ahora que nos llevábamos tan bien y las cosas empezaban a mejorar”


-“Si, es muy triste, a mi me parece un buen encargado y no creo que se merezca lo que le van a hacer”


-“¿Se lo dirás?


-“Sinceramente, no lo sé; es una situación difícil y también puede estar en juego mi puesto de trabajo”


Llegamos a nuestro destino y nos separamos.

Mi compañera de trabajo me sonrió diciéndome: “Gracias a Dios, ya había empezado a mandar currículo”

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