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  • Foto del escritorPilar Paredes

¿Soy o no soy Feminista?

Actualizado: 24 oct 2020



No soy muy amiga de los calificativos por el riesgo que tienen a equivocarse. Para clasificar, prefiero un algoritmo.


A mí me gustan los humanos, así que debo ser “humanista”.


También me gustan las diferencias y las peculiaridades, las personas seguras de sí mismas y también las inseguras, me gusta lo heterogéneo y lo que se puede mezclar para obtener nuevos sabores o colores.


Creo en el equilibrio de la Fisica, en la combinación de elementos químicos, aprecio la Matemática aunque no consigo abarcar todo su conocimiento. Me encanta la Literatura y la Filosofía y disfruto pasando el tiempo con científicos y personas creativas.


Admiro a los valientes que luchan por la “homogeneidad” de la Justicia.


No me gusta ir a las reuniones de mujeres donde para hablar de los derechos de la mujer sólo hay mujeres. Cuando he asistido a alguna, he echado realmente de menos a los hombres y me he preguntado: ¿Por qué no está la audiencia llena de hombres para que puedan escuchar nuestros problemas y preocupaciones?


El ser humano creó la Ley para poder dar un orden a la sociedad, para mantener el equilibrio de la “polis” y regular las transacciones comerciales.

La Ley y el Comercio existen desde tiempos inmemorables, y aunque ambas han ido cambiando y adaptándose a los tiempos y a las culturas, no podemos escindir esta creación humana de las costumbres y pensamientos de una sociedad.


En los años 70 en USA, las mujeres luchaban por el derecho al aborto, reivindicaban la libertad sexual y muchos acabaron confundiendo el feminismo con libertinaje y odio al varón. Las actitudes extremas pueden llevar al fanatismo.


Cuando era una niña mi padre me enseñó a cambiar una bombilla y a arreglar un enchufe, pero también me enseñó a cocinar y a tocar el piano. En los años 80 se podría decir que mi padre era una excepción, ya que no regentaba el rol propio del varón de la época.


La educación que adquirí nunca me hizo sentir diferente de mi hermano. Jugábamos juntos, o cada uno con sus juguetes, aunque a mí me encantaba vestir a mi Barbie con el mono de piloto de la fuerza aérea americana y manejar el helicóptero con los otros “Geyperman”.


Mi Barbie era ya una mujer moderna.


Profesionalmente nunca he sentido discriminación por sexo en el trabajo y ningún tipo de situación violenta o inadecuada con mis compañeros masculinos. A veces alguna mirada de incredulidad o incluso de desprecio, no digo que no, pero más bien a causa de un prejuicio heredado que a una intención alevosa.


Admiro a las mujeres fuertes y luchadoras, como las mariscadoras gallegas que salen temprano a recoger el marisco en la ría y después se van a casa a atender a su familia y mantienen orgullosas una sonrisa radiante.


Asimismo me llenan de orgullo aquellos hombres que persiguen su sueño cada día, no cejan en el intento una y otra vez aunque la primera empresa fracase, tratando de satisfacer su ansia de crear algo nuevo y dejar un legado.


Cualquiera de las actitudes me parece loable, porque son humanas y están llenas de vida.


Creo que los hombres y las mujeres no somos iguales. ¡Y me parece fantástico!


Me parece fascinante la creatividad y la riqueza que puede generar en una empresa contar con hombres y mujeres de diferentes perfiles profesionales y también me parece muy positivo contar con personas de diferentes edades y culturas.


Si ser feminista es defender la igualdad de oportunidades, el respeto de los derechos humanos ante la Ley e incentivar el acceso a la educación sin discriminación por sexo.

Entonces sí soy feminista.


Si por el contrario implica favorecer a unos sobre otros o dar prioridad a unos en contra de otros por razones de sexo, cohibiendo la libertad, entonces no soy feminista.

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