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  • Foto del escritorPilar Paredes

Digitaliza tu mente


En el informe sobre digitalización de las pymes de 2021 que analiza diez sectores empresariales en España en 2020 en función de varios indicadores:


Es interesante descubrir que la mayoría de las micropymes ya tienen página web aunque el uso de estas plataformas como medio para promoverse ha bajado o que casi todos los sectores han aumentado su interés en los medios sociales digitales porque ya empiezan a ser conscientes del interés del cliente por las redes.


Sin embargo, el uso de Big data está todavía a años luz y solo es privilegio de empresas dentro del sector hotelero y de telecomunicaciones, así como el uso de tecnología IoT o robótica.


De hecho parece que ha disminuido el uso de robots industriales.


La existencia de personal especializado en Tecnología es aún muy poco representativo (ha bajado en los últimos cinco años), y destaca sobre todo la ausencia de mujeres especialistas.


Es de destacar que todavía haya empresas que no facilitan teléfonos móviles a sus empleados.


También son pocas las que están capacitando suficientemente a sus empleados o se sirven de plataformas online para la contratación de trabajadores.


De las más de 300 páginas del informe mencionado, un punto ha reclamado mi atención:

Todavía seguimos arrastrando un problema denominado “cambio cultural” y que es, desde el punto de vista de muchos expertos, la auténtica causa de que estemos muy por debajo de la media europea.


¿Pero qué quiere decir esto del cambio cultural?


Parece que todos sabemos la respuesta, pero pocos se atreven a expresarla con determinación.


La mayoría de las conferencias que he escuchado en los eventos empresariales a los que he asistido en los últimos años, se refieren a la necesaria “transformación digital” de las empresas como el único medio en que éstas podrán adaptarse al cambio de paradigma.

Es decir, sabemos que la tecnología se ha impuesto en todos los niveles de la sociedad, y que no es algo exclusivo de grandes empresas innovadoras.

El nuevo paradigma digital nos arrastra a un mundo nuevo empujados por la llamada cuarta revolución industrial que, si bien parte de la industria como motor del cambio, el caso actual supone una repercusión social mucho más profunda porque impacta en la vida personal de los individuos.


No creo que el uso de la electricidad en los hogares hace un par de siglos, en concreto en nuestro país desde el 1885 hasta 1981 haya incidido tanto como el uso de la telefonía móvil, por poner un ejemplo, en las vidas cotidianas de las personas.


La historia de la electricidad como un gran invento útil no surgió de un día para otro, sino que fue la contribución de muchos talentos que, a lo largo de la historia de la humanidad, hicieron posible que hoy sea algo tan común en nuestra vida, que apenas reparamos en ella.


Incluso, y ya una preocupación, debido a las últimas noticias relacionadas con un posible apagón mundial debido a la posible falta de abastecimiento.



Ríos de tinta digital corren ya con este hastag y el miedo empieza a apoderarse de algunos usuarios.


Volvamos al cambio cultural:


Ningún invento que hoy tenga un uso cotidiano fue aceptado fácilmente en primera instancia. Sabemos que la primera película que fue expuesta al público causó una gran impresión a los 33 espectadores que pensaban que los obreros que se movían en la pantalla se salían de la pared. Más impresionante, si cabe, fue la proyección del corto documental “La llegada de un tren a la estación de La Ciotat” de los hermanos Lumiere, que ocasionó pánico en los espectadores quienes, por el realismo de lo filmado, creyeron ser arrollados por el tren.


Otra película de estos hermanos causó mucho más impresión: la gente salía enloquecida de la sala de proyección al creer que el tren les arrollaba.



¿Sería esta la primera experiencia de Realidad virtual del ser humano?

Años después, y una vez que se produce la “adaptación cultural” ver una película es algo que nuestro cerebro asume perfectamente como un espectáculo de entretenimiento visual que no es real.


Pero para adaptarse a esos cambios, el cerebro tiene que aprender, y lo cierto es que lo hace bastante deprisa.


Según un estudio de la Universidad de Londres, se tarda entre 18 y 254 días en adquirir un hábito nuevo.


Entonces, ¿qué nos pasa?


Muchos psicólogos dicen que el miedo a lo desconocido y la incertidumbre nos paraliza.


En cierto modo podemos aplicar el refrán “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.


Y es que la llamada resistencia al cambio se escuda en la comodidad que nos hace recelar.


En las organizaciones, al personal acostumbrado a hacer las cosas de determinada manera durante años, le cuesta aceptar un nuevo programa de gestión, aunque suponga una mejora en su productividad o una reducción de la carga de trabajo.


Y no solo porque tengan temor a que se dificulte su quehacer diario, sino porque la llamada “transformación digital” está empezando a dar un poco de miedo.


En las fábricas los obreros pueden pensar que si se implementa el uso de un robot en la cadena de montaje que sustituya al humano en el uso de tareas repetitivas, su trabajo ya no será necesario.


Otro temor añadido es el peligro del colapso, el llamado “fallo técnico”, que nos puede parecer menos digerible que el fallo humano.


Cuando se produce un simple fallo informático las consecuencias pueden ser de una magnitud colosal.


Basta observar la reacción de alguien que pierde todos los datos de su agenda de golpe, por una simple avería o una tecla erróneamente pulsada.


Aumentemos por mil la trascendencia de este ejemplo y tenemos un temor justificado.

(para eso está la nube, por supuesto)




En las oficinas, un programa de gestión contable puede incluso ser visto como una amenaza al oficial administrativo de toda la vida, acostumbrado a sus excells y hojas de cálculo, “haciendo las cosas a su manera".


¿Y qué pasa con los directivos?¿ Se resisten ellos?


Pues lamentablemente también, y es que en su caso, la pérdida de control o poder puede representar una amenaza.


En ambos casos, tanto del empleado como del directivo, creo que la cuestión es mucho más visceral, o sea personal.


¿Si nuestro país está por debajo de la media de la Unión Europea en la cuestión del cambio cultural, no tendrá algo que ver nuestro propio carácter, nuestra formación, nuestra cultura?


No debemos olvidar que el uso de las tecnologías en el ámbito privado y personal puede ser encauzado hacia funciones de ocio y lucimiento social que las hacen más apetecibles y por lo tanto más fáciles de dominar.


Pero en lo laboral, industrial y empresarial, ya no es el exhibicionismo sino el rigor y la profesionalidad lo que nos mueve.


Hay demasiadas cosas en juego, intereses compartidos, puestos de trabajo...


Regresando a la sabiduría popular, no se juega con las cosas del comer.


Podríamos pensar que es así, los anglosajones son más emprendedores, los de los países nórdicos más independientes y fríos, los alemanes más obstinados.


Y concluir que por eso, sus economías van mucho mejor. A los españoles es que vivimos más la vida, no nos gusta trabajar, tanto, etc.


Todo prejuicios.


Porque de hecho España usamos internet en el móvil mucho más que otros países

y nos hemos integrado perfectamente en el uso de las redes sociales y herramientas digitales: compramos por internet, conocemos gente por internet, y no por ello dejamos de mantener nuestro estilo de vida.


¿Si en la calle la digitalización es un hecho por qué nos cuesta tanto adaptar nuestras empresas al futuro?


Usamos Instagram para comunicarnos con nuestros hijos, pero ¿se siguen imprimiendo facturas, escaneando y enviando por email?


He oído decir recientemente a un experto en la materia que el problema es que la digitalización va más allá de las máquinas, que se refiere a las personas.


Quizá debemos digitalizar la mente.


Si la digitalización entendida como el uso de herramientas tecnológicas para mejorar la productividad de las empresas se demuestra que es un éxito, ¿por qué no avanzamos?


Un empresario de una Pyme o micropyme tiene, para su uso personal el mejor smart phone, la mejor tablet, la mejor TV. Seguro que si se lo permite un coche híbrido o eléctrico de última generación que incluye un montón de tecnología innovadora.


Sin embargo, su empresa sigue funcionando con los mismos procesos desde hace más de veinte años, sus empleados no reciben formación tecnológica útil, no retiene talento y es reacio a cambiar o implementar un sistema de gestión empresarial.


¿Alguien lo entiende?


Que me lo expliquen please !!!!!!!

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