top of page
  • Foto del escritorPilar Paredes

12 Horas de Vuelo

Actualizado: 25 oct 2020

Una historia basada en hechos reales.


Nunca había volado tan lejos y me sentía aún nervioso.


Dos días sin pegar ojo dejando las cosas bien atadas antes de marchar y totalmente agotado dentro de un avión donde hace demasiado calor para este jersey de lana que llevo puesto.

A mi lado, dos señoras obesas sostienen sus bolsos y me miran como preguntándose si me molestarán cuando deba levantarme para dejarles ir al baño; yo les sonrío y muevo la cabeza asintiendo, como respondiendo a su pregunta.


Afortunadamente soy delgado y no pienso quedarme atado a ese incómodo sillón todo el trayecto.


Fue una decisión difícil pero, ¿qué iba a hacer si no? Quedarme allí esperando a ver cómo se solucionaba el problema con la empresa no parecía una alternativa esperanzadora para mí.


Por fortuna no he tenido hijos. Mi ex mujer no les habría permitido viajar para verme y esto lo hubiese complicado todo.


Ella es una buena chica, pero las circunstancias y el horror de la crisis se nos echó encima segando nuestro amor como una guadaña.


¡Ahora me da el sol en los ojos! Este avión es realmente incómodo; ¿ay, si pudiese ir en primera!

Quizá con un poco de suerte regresaré en “business class”. ¿Por dónde iban mis pensamientos?


¡Ah si!. Mi ex, yo la quería, ¡pero éramos tan jóvenes!. La verdad es que se encaprichó conmigo, de jovencito era muy atractivo y mi aire de “chulito” le gustaba de verdad, era un modo de fastidiar a sus padres que la reservaban para un niño de buena familia: abogado o medico.

Sin embargo se casó conmigo que, aunque no soy del todo tonto –bromeo, claro-, no pertenezco a ninguna familia influyente o de apellido reconocido. Pero me aceptaron, soy buena gente, digo yo, y me pareció una idea estupenda casarme con la más rica del barrio; cómo además su padre era el dueño de la empresa, tendría un puesto de trabajo asegurado.

Quizá sea yo el responsable del fracaso de mi matrimonio, pero ¿quién me iba a decir a mí que un carácter tan alegre como el mío iba a convertirse en alma en pena cuando perdiese mi trabajo?


¡Qué sol más horrible! Voy a pedirle a la azafata que baje por favor un poco la cortinilla del tipo de delante. Quizá debiera dormir un poco.


Imposible, estoy demasiado nervioso: ¿En estos aviones la gente ya no habla?


Me pongo los auriculares y sigo un poco la película: cualquier cosa para no pensar. Me despierto, -al final caí rendido, menos mal, lo necesitaba-. Y ya estamos casi a mitad de trayecto.

Se ha ido el sol y aquí tenemos avituallamiento; ¡Bravo! No es que la comida sea excelente, pero así nos vamos distrayendo.

Después cogeré el libro a ver si me entretengo. Por cierto, creo que he soñado un poco: Paseaba por una gran avenida llena de gente de todas las razas y tamaños, multitudes que hablaban un idioma nuevo que, sin embargo, no me resultaba desconocido.


De repente veo un gran cartel de propaganda de una serie de TV, popular en todo el mundo: junto a él, una puerta de cristal se abre; entro por ella y todos me saludan sonrientes: “Buenos días señor director” “¿qué tal ha dormido hoy señor director ?”

Todo brilla y es lujoso, una enorme oficina con fotografías de actores y películas famosas. Yo trabajo allí, todos me admiran, tengo éxito.


Ya hemos llegado, tengo una cita importante al día siguiente y debo llegar pronto al hotel y rezar para que el “jet lag” no me afecte más de la cuenta.


Pago el taxi con billetes extranjeros nuevos y flamantes, no entiendo bien lo que me dice el taxista, pero se queda con la vuelta. No importa, estoy demasiado cansado...


Enfrente del hotel hay un rascacielos que brilla al reflejar las luces de neón de la Gran Manzana.


Sobre la marquesina, luce un enorme cartel de una serie de TV sobre abogados que tiene mucha audiencia.


Me acuesto en la cama, me abrazo a la almohada, me duermo.


Estoy en otro país, en otro destino. Parece otra vida.

Sueño el mismo sueño.

10 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page