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  • Foto del escritorPilar Paredes

La becaria

Actualizado: 25 oct 2020

Una historia basada en hechos reales



Entró por la puerta y de repente todo se iluminó. Como si en medio de esta sombría oficina hubiese surgido un nuevo amanecer.


Resulta cursi expresarlo así, pero eso fue exactamente lo que pasó.


Algunos estaban un poco hartos en general del programa de “internship”.


Mi compañera Luisa era la que más se quejaba pues era la responsable de formar y supervisar a los becarios. Luisa era muy estricta en el cumplimiento de sus tareas y nunca se salía del guión: una semana de formación a su lado, otra de revisión de lo aprendido: el resto del programa les asignaba tareas concretas y adecuadas para su falta de experiencia.

Si Luisa empezó a quejarse es porque algunos becarios no venían con ganas de trabajar ni tomaban nota de sus explicaciones. Ya le habíamos advertido a Luisa que los jóvenes de hoy en día no están acostumbrados a tomar nota, así que decidió tener siempre preparados una libreta y un bolígrafo.


Por la oficina se sucedieron muchos becarios desde que empezó el programa y hemos de admitir que la mayoría eran estudiantes aplicados que tenían muchas ganas de aprender.

Si me oye Luisa decir esto seguro que me recuerda a Mabel o a Lucas; me río al recordarlo: eran buenos chicos, pero tenían la cabeza en otra parte. Mabel cerró la oficina con la señora de la limpieza dentro y Lucas aceptó una oferta telefónica que casi nos cuesta el presupuesto del mes.

Lo cierto es que tuvimos momentos divertidos con ambos, aunque después tuviésemos que arreglar sus desaguisados.


Ahora que no hay fondos para el programa, Luisa reconoce que echa de menos su faceta de formadora y que le reconfortaba ver cómo sus polluelos se iniciaban en el mundo laboral.


Pero si hay alguien a quien jamás olvidaremos es a Renata.


Un lunes de los más ocupados entró por la puerta una sonriente jovencita de poco más de veinte años, se aproximó a recepción y preguntó por Luisa.

Cómo ésta andaba muy ocupada con los pedidos urgentes, alguien la interceptó y le indicó que se sentara en la silla vacía de los becarios.


Renata sonrió y esperó pacientemente a que Luisa terminara sus tareas y se dispusiese a atenderla.


No sabemos qué fue exactamente lo que pasó o por qué pasó. Pero todos los que nos presentamos a la nueva becaria sentimos un inmenso impacto. ¿Era su voz? ¿Su mirada? ¿Su sonrisa? ¿Su tímida forma de sostenerte la mano?


Luisa giró su silla, abrió su cajón y en el preciso instante en que iba a sacar la libreta de espiral para becarios, Renata sacó un pequeño cuaderno azul de la mochila, un bolígrafo y se ajustó unas modernas gafas de color violeta.


Aquello fue sólo el principio de un gran “romance” entre Renata y absolutamente todo el mundo que se acercaba a ella. No sólo era lista, trabajadora y educada, sino que escuchaba a todo el mundo, preguntaba cualquier duda que se le ocurría y siempre con una dulce y cautivadora sonrisa.


¿Era guapa? La verdad es que no lo sé, nadie se acuerda exactamente, ¿era rubia?¿morena? Ni idea.


Luisa no tuvo ninguna dificultad en cumplir su programa, de hecho Renata fue la becaria más predispuesta que tuvimos: lo aprendió todo antes que nadie y fue capaz de cumplir sus funciones con tal efectividad que en menos de lo previsto ya estaba realizando tareas de primer grado.


¿Era la más lista? Quizá, aunque nos confesó que la carrera le estaba costando bastante más de lo que creía, así que no podía competir en notas con otros becarios anteriores.


Pero es que Renata tenía “ángel”.

Esa fue nuestra conclusión: era como un imán, nos gustaba sentarnos a su lado en el descanso para comer. No hablaba mucho, pero siempre se reía de nuestras anécdotas y curioseaba los menús. A los repartidores les gustaba ser atendidos por Renata y en cuanto la dejamos contestar al teléfono ya tenía engatusado al cliente más quisquilloso.


-“Era un soplo de aire fresco” -Repetía Luisa acordándose de ella-“¡Lástima que estuviese tan poco tiempo!”


Renata nos contagió a todos; su manera de ser, de dirigirse a los demás, de tratar al cliente era tan encantadora, que todos quisimos imitar sus maneras, su sonrisa, su amabilidad.


Quizás sólo era una becaria, pero el impacto de su presencia aún marca un antes y un después en la oficina de Luisa.

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