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  • Foto del escritorPilar Paredes

La venganza

Actualizado: 26 oct 2020

Una historia basada en hechos reales.

Julia se trasladó a una ciudad nueva no solo en busca de oportunidades, sino para aliviar una ruptura amorosa que la había dejado sin fuerzas para enfrentarse a más preguntas sobre su estado civil; no aguantaba más en su pequeña ciudad y no se lo pensó dos veces. Tenía dinero ahorrado, carecía de hipoteca y cargas familiares: aún estaba en la edad de figurar profesionalmente entre los mejores candidatos.


Con esta seguridad en sí misma partió con su maleta y un pequeño utilitario hacia una ciudad de la costa donde al parecer apenas había paro y era fácil encontrar una vivienda asequible.


En pocos meses ya estaba instalada y exploraba la ciudad y las redes en busca de una oportunidad laboral. Los primeros en llamarla fueron las empresas de trabajo temporal que le convocaron a múltiples entrevistas, y fue conociendo la ciudad visitando todos los polígonos de los alrededores.


Así fue cómo experimentó la alegría y la desdicha en sólo 24 horas.


Una de las ETT la envió a una empresa de un gran parque empresarial y tras hacer la entrevista con el jefe de personal y obtener el visto bueno del gerente, fue seleccionada para trabajar en el departamento de exportación de una fábrica de bombillas.


Se presentó el día acordado tras la firma del contrato e inició su jornada laboral bajo la supervisión de una formadora que, posteriormente, sería compañera de departamento. La jornada de ocho horas, con una pausa de para comer transcurrió con fluidez.


El balance del primer día fue bastante positivo en su opinión; apenas se trataba de una primera toma de contacto con la empresa y el personal.


Llegó a casa satisfecha, algo abrumada y con una hambre atroz. El móvil sonó mientras calentaba la salsa boloñesa para los espagueti.


El alma se le cayó a los pies en cuanto recibió las primeras noticias : Elena G., la entrevistadora de la ETT le comunicaba que la empresa no deseaba finalmente sus servicios: al día siguiente tendría que pasarse para firmar el finiquito.


-“¿Pero por qué? ¿Qué es lo que he hecho mal?”-. La entrevistadora aseguró no saber nada, limitándose tan solo a transmitirle dicho comunicado.


De modo que Julia se quedó sin trabajo en menos de un suspiro y volvió al punto de partida con la sensación de fracaso atravesada en la garganta.


Al día siguiente, tras recoger su finiquito , se halló frente al escaparate de una conocida tienda de ropa, y comenzó a llorar desconsoladamente. No sólo no podía comprarse nada de la tienda (debía ahorrar dinero para su próxima etapa de incertidumbre), sino que tan siquiera había recibido explicación alguna sobre las causas del rechazo: éste le atormentaba profundamente ya que nunca sabría qué pudo provocar tan fulminante despido. Ella se había limitado a leer unos manuales y escuchar a su supervisora.


Diez años pasaron desde el incidente y Julia se convirtió en la Directora de recursos humanos de una consultora con renombre internacional. Cierto día recibió la candidatura, para una selección que estaba llevando a cabo, de una tal Elena G.

En la fotografía del cv se le notaban los años pero era sin duda la misma Elena G. que la envió a la fábrica de bombillas y ahora buscaba trabajo: sin duda, su situación era difícil pues el país estaba en plena crisis, poca oferta, mucha demanda.

Decidió llamarla, entrevistarla y hacer justicia. Elena G. viviría en sus propias carnes esa sensación de incertidumbre y desprecio que Julia sufrió cuando fue rechazada sin más explicaciones.


Y llegó el día de la venganza:


Julia salió de su despacho con traje ajustado y tacones de vértigo, con las gafas puestas y aires de superioridad; todo lo había planeado la víspera: el peinado, la ropa, la actitud condescendiente… la espera de veinte minutos le proporcionaba el poder que necesitaba para ejercer su venganza.


Mientras la candidata relataba su historial Julia pensaba: “Es ella, sin duda”. Y la escrutaba preguntándose, “- ¿Se acordará de mí?-.


A punto de decidir rechazarla aun siendo una bien cualificada candidata para el puesto, decidió que sería más consecuente contratarla y después humillarla, tal y como ella le había hecho diez años antes.


Julia ocultó su conciencia en lo más oscuro de su corazón y procedió a ejecutar su plan.


Tres semanas después la candidata escogida era su nueva ayudante administrativa y a las diez de la mañana del primero de Junio, Elena G. llegaba puntual a su puesto de trabajo para que su nueva jefa le hiciese las presentaciones pertinentes.


Julia disfrutaba ese momento como nunca pudo imaginar: le presentaría a todo el personal, se reuniría incluso con el jefe, la invitaría a desayunar, la llevaría al banco, le hablaría maravillas de su futuro y cuando estuviese a punto de concluir la jornada, la llevaría a su despacho para decirle sin más que había reconsiderado su decisión: la mandaría para casa con una carta de recomendación y un ¡ que tengas mucha suerte!.

Al menos tendría el valor de decírselo a la cara.


Pero no pudo. A las seis menos cuarto del primero de Junio, Julia se reunió con su nueva ayudante en su despacho y se tragó el odio. No podía hacerlo, Elena G estaba siendo la mejor de las candidatas al puesto que había tenido; se mostraba discreta, capaz, era muy educada y su preparación estaba muy por encima de la del resto de candidatos.


Ciertamente era mayor que ella y creía que podría afectar a la imagen que la empresa deseaba ofrecer; pero era buena, era la mejor y en sus años de experiencia laboral aprendió que pocas veces encuentras a alguien que encaje bien con el equipo, y cuando así sucede, debes guiarte por tu instinto.

Porque así era, aunque la decisión de contratarla ocultara algo personal e inconfesable. Debía admitir, así todo, que entre ellas había surgido la química y Elena podría ser la compañera perfecta que llevaba años esperando.


Se levantó de la mesa y con un apretón de manos le dijo:


“-Bienvenida a bordo, me alegro de que nos hayamos encontrado”.


Elena nunca supo por qué le dijo aquello y jamás recordó quién era Julia y lo sucedido con aquella selección de la fábrica de bombillas. Demasiados candidatos, demasiadas empresas…

Pero si le agradeció la oportunidad

personal y posterior visto b

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