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  • Foto del escritorPilar Paredes

El Traje

Actualizado: 26 oct 2020

Una historia basada en hechos reales.

Mi amigo Ignacio solo tenía un traje.


Compartía piso con tres guiris y en el armario solo había un traje azul marino, unos zapatos negros a juego, una camisa blanca, una corbata, unos vaqueros, un par de zapatillas de deporte, algunas camisetas con logos y una gabardina gris con hombreras.


Durante unos diez años eso fue todo lo que transportaba en la maleta.


Nos conocimos en un voluntariado internacional de nuestra ciudad. Congeniamos y nuestra amistad se prolongó durante décadas.


En aquel momento, todos estábamos un poco indecisos sobre nuestro futuro. Excepto Ignacio. El sí que lo tenía claro. Acababa de regresar de una estancia de un año en Estados Unidos y ya tenía planificados sus próximos años.


Como carecía de recursos -sus padres separados le habían disminuido su aportación al mínimo- Ignacio pidió un préstamo de estudios y se matriculó en un Master internacional de tres años.


Nos vimos en Navidad. Me contó que mientras pulía su acento yanqui en Londres había tenido que añadir clases extra de francés porque en dos años París sería su próximo destino.


Ante mi asombro e inquietud me explicó que no había motivos para preocuparse, pues entre Londres y Paris, pasaría el segundo año de curso en nuestro país compartiendo piso con estudiantes internacionales y esperaba poder practicar con algún francoparlante.


Para celebrar el fin de año salimos a una discoteca. Ignacio llevaba su gabardina gris con hombreras, zapatillas de deporte y una camiseta con logo.


El traje era para las entrevistas.


No le dejaron entrar, su indumentaria no era la apropiada.


Nos fuimos, no valía la pena discutir, mi joven héroe, que estaba invirtiendo sus esfuerzos en aprender tres idiomas, escatimando en gastos para ahorrar, que había sido admitido en una de las Escuelas más prestigiosas del mundo y cuyos compañeros de clase pertenecían a algunas de las familias más importantes de Europa, era rechazado en la discoteca local por su aspecto poco cosmopolita.

Aquello tuvo gracia.


Las siguientes Navidades estuvimos juntos en Paris. Salimos a cenar a un restaurante indio y después asistimos a una fiesta privada en un château -un compañero italiano era el relaciones públicas del evento y nos había colado en la lista-.


El ambiente era distendido, alegre, e informal; había chicos y chicas de todas las nacionalidades, como un comité estudiantil europeo.

Le pregunté qué celebraban y me dijo:


-“ El cumpleaños de una compañera de clase”.


-“¿Y ese hombre mayor tan elegante?” Le pregunté


- “Es el padre de la homenajeada y el presidente de uno de los bancos más importantes de Inglaterra”.


Entonces lo supe, supe que Ignacio lo conseguiría, aprendería todo lo necesario, pagaría sus deudas y se compraría otro traje. Pero seguramente pasaría mucho tiempo antes de volver a verle.

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